Estafado por el... ¿sicólogo?

He tenido la mata pata de pasar por una de las situaciones más incómodas, y de las cuales es más difícil decidir qué hacer.

Como es ya tradicional, este jueves tenía hora donde don Ignacio Ilabaca, sicólogo clínico.

El míércoles, y como también ya es tradicional, recibí la llamada de la secretaria(a todo esto, no es una consulta privada, es el centro de atención de la Isapre que lleva mi apellido)
-¿Hablo con el señor Gonzalo Mena?-dijo una señora con una voz de estar en los comienzos de su menopausia, y en el otoño de su vida.
-Sí, con él- contesté
-Le informo que usted tiene 2 horas pedidas para mañana, a las 9:15 y otra a las 12:15.
-¿Pero cómo? si yo la última vez pedí una hora, fue a las 12:15.
-No sé pero yo acá veo 2 horas.

En ese momento me pasé el rollo de que todo podía ser una jugada de mi sicólogo, para ver cómo reaccionaba ante situaciones incómodas. Me acordé de todas las veces en las que me he sentido estafado y no he hecho mucho por arreglarlo. Pensé que estaba hablando por teléfono, nada grave podría pasar. Y lo mejor, que don Ignacio, que a esas alturas me lo hacía con un estetoscopio puesto debajo de la mesa de su secretaria, se sentiría muy orguloso de mis avances, o de el cambio que puede lograr en sus pacientes.


-Yo me acuerdo perfectamente que la hora que pedí fue a las 12:15. Como cree que voy a pedir 2 horas el mismo día! debe ser un error de allá.- le dije ya resuelto a adoptar una actitud más canchera, y no dejarme atropellar.
-Bueno, venga mañana a las 12:15
Cortó.

El jueves en la mañana tuve que salir de la clase de mi profe y super héroe Fernando Lund(premio nacional) un rato antes, para llegar a la hora. Además se me perdieron mis mitones porque habíamos estado tirándonoslo y después olvidé recogerlos del piso.
Llegué a la consulta con las piernas un poco acalambradas debido a mi esfuero de minimizar el retraso(voy progresando, sólo 4 minutos según mi reloj, 7 según el de allá).
-Hola, vengo donde el señor Ilabaca-dije con voz sumisa.
-Espéreme un poco - dijo mientras buscaba mi nombre en el computador.
-Don Gonzalo, usted pidió una hora para las 9:15 la semana pasada y no vino. La próxima vez que venga deberá cancelar la suma correspondiente a la hora anterior -dijo la bella secretaria que me atendió, con diplomacia.

Cuando ya había abierto la boca para responderle con la misma seguridad del día anterior me di cuenta de que esa salita de espera estaba llena de hombres, mujeres y niños con caras de atención sicológica, y vi el artículo número 4 de esa especie de "decálogo para una buena atención" que estaba en la pared. 3."si llega con más de 10 minutos de retraso no será atendido." 4."En caso de no asistir a la consulta, y no avisar con menos de 48 hrs de anticipación, deberá cancelar el total de la consulta".

-Bueno, ¿entonces la próxima semana son $16.000?- Le dije amable conteniéndome toda la rabia que tenía por la injusticia, pero sabiendo que apenas estuviera con el sicólogo le diría todo lo ocurrido, y llegaríamos a algún acuerdo.
-Espere ahí hasta que lo llamen, señor Mena.

Mientras estaba sentado pensé que quizás el sicólogo estaba involucrado en una especie de mafia que se dedica a estafar pacientes, aprovechándose de su vulnerabilidad, como recién me había ocurrido. Y que mientras yo esperaba leyendo una revista de sicología, el pelado estaba con una bolsa con el signo $, un dedal, una viscera, varios fardos de billetes, una máquina para ordenar dichos fardos y esas como polainas que se ponen en los brazos los contadores.

Nada de eso, la consulta fue de lo más normal. Eso sí, Ignacio estaba cansado, bostezaba a cada rato ¿producto de la hora o de tanto contar billetes?.
De todas formas lo pasé bien.
Lo que no me viene bien es pensar que para la próxima son $16.000, y a mis papás no les hará mucha gracia.

Si los problemas de la ética se me hacen complicados, ¿cómo será un problema de meta-ética?

Querido diario, qué puedo yo hacer?